El enfoque clásico insiste en los factores estructurales y en las funciones o actividades para lograr los objetivos específicos. Impera en la especialización y la coordinación, y la estructura definida facilita la cohesión de la misma, así como el lenguaje que interviene en dicha comunicación.

Uno de los rubros que lo fundamentan son la división de trabajo, los procesos escalares y funcionales como la unidad de mando, cadena de mando, delegación de autoridad y la definición de la responsabilidad, el aspecto de estructura línea y personal, y por último el periodo de control.

La teoría clásica está centrada en la estructura de la organización formal que se despreocupa por la interacción de la personalidad individual, los grupos informales o sociales y los conflictos internos de la organización. Esta teoría ve la organización como una estructura que se centra en el trabajo y no en los integrantes, siendo autoritaria en relación a su gestión.